FATI, ABU Y LA LUNA QUIETA
©Giuseppe Isgró C.
Diálogo entre Fati y Abu, y sus inherentes
reflexiones
-Oye, Abu, -dice Fati-,
recuerdas que, cuando yo era chiquita, por las noches regresábamos a Aguilar de
la Frontera, en autobús, donde vivíamos, y lo hacíamos desde Lucena?
-Sí, lo recuerdo, Fati, -responde
Abu-. –Por qué me preguntas eso?
-Una noche, -continúa
Fati-, al ver yo la luna llena, grande y hermosa, iluminando todo por donde
íbamos, en el autobús, -de esa línea de los Carreras, donde tú tenía la
librería, en la Estación de Autobuses-,
a pesar de que dábamos tantas vueltas, pasando por Cabra y Monturque, siempre,
a lo lejos, veíamos la luna como si estuviese en el mismo sitio, y yo te decía:
-Abu, nosotros caminamos y
caminamos y la luna parece que nos siguiera, y siempre está allí, en el mismo
sitio; por qué? Luego, tú te quedabas mirándome, sin decirme nada, como
pensando.
Esta pregunta se la hace
Fati a Abu cuando tenía dos años y medio. Abu se quedó pensativo, y en ese
momento no acertó a decirle nada a Fati. Y, no vayamos a creer que si se le
volviese a hacer, ahora, siete años después, la misma pregunta, él sabría mejor
que contestar. Sigue siendo una pregunta que da que pensar en una niña de esa
edad.
Es que los niños tienen la
virtud de hacer preguntas que los adultos, la mayor parte de las veces, no
saben como contestarlas. O, a usted no le ha pasado alguna vez?
Otras veces, aún sabiendo
la respuesta, erróneamente se cree que los niños no son capaces de entender y
no se les hace caso, o se deja la respuesta para después. Se les subestima, o,
simplemente, algunas veces no es tan sencillo explicarle ciertas cosas, vamos a
estar claros!
Pero, los niños son jueces
severos. Con el tiempo buscan a otros a quienes formularles las preguntas. No
son tontos. Y, casi siempre logran su objetivo. La ventaja es que hoy está el
Internet, que les contesta virtualmente todas las preguntas.
Abu concluye, después de
darle tantas vueltas en la cabeza, que, siendo la distancia entre la tierra y
la luna tan enorme, es decir: 384.319,32 Km, cualquier desplazamiento del
vehículo es insignificante para afectar su visibilidad, y se va a ver como si
ella estuviese siguiéndonos, o que siempre está ahí; una vez de un lado,
después al dar una curva, del otro. Luego, otra vez vuelve a la posición
original. Lo que cambia es el ángulo visual. Es como la foto montada en un
cuadro y colocada en una pared, por cualquier lado por donde vayamos, la
persona de la foto pareciera estar mirándonos.
Abu se da cuenta de que Fati tiene una gran
capacidad de observación. Esta es una cualidad que distingue a los genios y a las personas más exitosas de la
vida. Quien percibe la realidad del entorno, es capaz de ver las oportunidades
donde otros ven, únicamente, situaciones por resolver.
Unos ven la cáscara;
otros, la nuez dentro de ella. Unos, la luz del sol reflejada por la luna.
Otros, la oscuridad de la noche. El día y la noche, la luz y la oscuridad; lo
uno y los otros. Donde hay oscuridad, cerca está la luz. Donde gira la noche,
cerca está el amanecer. Jamás lo uno marcha sin lo otro.
Pero, de los dos polos
opuestos, nace la eterna polarización. Del bien al mal, del mal al bien, de lo
dulce al amargo, del amargo al dulce, del frío al calor, del calor al frío.
Cómo podría saberse lo que
es dulce si no se probara, antes, lo amargo. Cómo podría saberse lo que es
amargo, si no probara lo que es dulce. Ya lo había dicho Lao Tse, en el Tao Te
Ching, al expresar: -“Cuando alguien percibe lo que es la belleza, se da cuenta
de lo que es la fealdad”-.
Esa es la reflexión que
venía haciendo Abu, al oír a Fati sus observaciones sobre la luna. Ella veía
que el autobús avanzaba y avanzaba, y parecía que no se alejaba nunca de la
luna; ésta siempre estaba allí, viéndola en el mismo sitio, a pesar de que el
ángulo de la visión variara.
La abuela de Fati estaba
en el asiento de al lado, la oía y no decía nada. Pero, también percibía que
Fati estaba demostrando un excelente don de observación y sabía hacer preguntas
que inducían a pensar.
Eso mismo pasa en la vida;
pareciera que no se avanza nunca, que siempre estamos en el mismo sitio; las
mismas cosas todos los días: Levantarse, tomar un buen vaso de agua a
temperatura ambiente con el zumo de medio limón; luego sentarse un rato, a leer
unas páginas de estimulante e inspirada sabiduría; después, relajarse desde los
dedos de los pies hasta la cabeza, luego imaginar un lago y visualizarse
flotando, en armonía con la naturaleza; acto seguido establecer contacto con la
Divinidad, y volver a la conciencia objetiva fortalecidos, con las ideas claras
de lo que hay que hacer durante el día. Después de repetir treintas veces
seguidas la afirmación: -Cada día, en todas formas, estoy mejor y mejor, como
programación mental, se planifica el día. Se anota, en una hoja de papel el
orden en que deben hacerse las tareas de la jornada, por su estricta jerarquía
de prioridades. Enseguida, uno va a la cocina, prepara un café, solo y sin
azúcar, o lo encuentra ya preparado; come un desayuno vegetariano, y se va a
trabajar. Atiende las tareas de las mañana, vuelva a casa para almorzar, cuando
puede, porque, muchas veces, cada quien almuerza fuera, y eso aleja la
comunicación entre los miembros de la familia.
Vuelve al trabajo por la
tarde, y regresa a casa por la noche, realiza las tareas rutinarias, se baña,
hace un poco de yoga, escucha música clásica, se relaja, sigue la lectura de la
mañana, o lee otro de los diversos libros que le acompañan en la mesa de noche,
o en su biblioteca.
Un día tras otro,
pareciera que es siempre lo mismo; pero Heráclito dijo que nadie se baña dos
veces en la misma agua, del mismo río. Quiere decir que no siempre todo es
igual, aunque lo pareciera.
Cada día hay un nuevo
estado de conciencia, en el cual se percibe otra cosa que antes había pasado
desapercibida. Y, ahora la ve, aunque siempre estuvo allí, pero antes no la
veía.
Un poco a la vez, la
conciencia va aflorando en el ser. Cuando hay conciencia hay luz, comprensión,
valores, amor, y por supuesto, justicia, bondad, belleza, fortaleza y apacible
serenidad. Los ojos tienen un brillo especial, una luz fulgurante que cautiva,
que transmite los más variados sentimientos, emociones, calor humano, afecto,
amistad, y amor, en algunas de sus infinitas variantes. Detrás de esa mirada
impasible hay una voluntad de acero, dispuesta a superar todos los obstáculos,
a vencer en todas las pruebas sin abandonar jamás a mitad de camino, a
franquear todas las puertas, y a alcanzar las metas prefijadas, con Espíritu de
justicia para todas las partes involucradas. La paz interior se transmite en el
entorno; la gente se aquieta, se relaja, descansa y comienza a fluir la
energía, a expresarse la Divinidad interior.
Todo se ordena, se
armoniza más y mejor. Armonía y orden perfectos, entre todos y con el Todo.
Cuando hay paz mental
fluyen las ideas creativas. Vuela la imaginación. Cada quien hace de su vida
una obra maestra.
Todo esto y mucho más los
niños se lo van imaginando, y no vayamos a creer que los niños se creen niños;
y los chavales, chavales. No, ellos piensan y actúan como si fuesen adultos,
aunque sean niños y haya que señalarles algunos linderos dentro de cuyos
alcances la prudencia aconseja que se mantengan.
Allí confluyen, en plena
efervescencia, la prudencia y la osadía, y el equilibrio que emana entre las
dos virtudes es un signo de sabiduría.
Cuantos no hemos vistos a
algunos niños que tratan y cuidan a sus padres, u otros adultos, como si los
niños fueran éstos? O, al lector, o lectora, no le ha pasado, o visto alguna
vez? Con el debido respeto de los adultos, hay niños que le llevan una morena,
en madurez, a aquellos; pero, quienes mandan son los padres, por eso son los
padres.
Eso me recuerda la
excelente película de Pedro Infante, intitulada la Oveja Negra, en la que tanto
él como los hermanos Soler, realizan una genial interpretación dramática, donde
se retrata admirablemente esta realidad. Recordemos que Pedro Infante, además
de poseer una de las mejores voces de todos los tiempos, fue un actor
incomparable, superándose en cada una de sus nuevas interpretaciones, siempre
con un mensaje inspirador y humano.
Lo mismo pasa en tantas
empresas, o cargos institucionales, donde los subalternos le llevan una morena
a los jefes. Pero jefe es jefe donde lo pongan, hasta que otro lo sustituya. Y
vamos a estar claros: Hay tanta gente calándose a tantos jefes por obligación,
por necesidad; o por otras causas mayores.
Pero, la dignidad humana
está por encima de todo. El día en que los humanos dejen de ser humillados por
sus jefes, por la obligación del rango, o por la necesidad, haciendo valer su
dignidad humana, rehusando hacer cosas que no se corresponden con los elevados
principios de la vida, tendremos un mundo mejor. Nadie debe permitir que su
dignidad sea irrespetada ni vulnerada, por la razón que fuere. Con modales
suaves, hay que indicarle a quien corresponda, que no se está en disposición de
aceptar nada que afecte el sentido de la propia dignidad.
Hay que hacer como los
niños: si no están satisfechos con la respuesta, vuelven a la carga una y otra
vez hasta que se le conteste, o encuentren a otro que lo haga. Saben irse con
la música a otra parte, donde la aprecien más, o adecuadamente, y que la paguen
en su justa medida, aunque sea con un “gracias”, o un: “es excelente”; “le
felicito”, o, algunas veces, y es el mejor de los salarios, cuando se recibe
una sugerencia indicando donde es preciso fortalecerse en mayor grado, o
efectuar una corrección, etc. El aprendizaje es un camino de doble vía, se da y
se recibe.
Los niños tienen la virtud
de saber a quien preguntar y también como hacer las preguntas y persisten hasta
encontrar la respuesta que les satisfaga. Pero, también es cierto que muchos
padres van inhibiendo en los niños el hábito de seguir preguntando. Esa es la
razón de que se haya inventado eso de: -“Es un Pepito preguntón”. O, acaso no
lo ha oído usted?
Y después, a muchos niños
les pasa como a los elefantes en un circo.
Los elefantes permanecen
amarrados con una delgada cinta a un poste, sin romperla. Pese a que la fuerza
de su trompa es suficiente para elevar un gran peso y para romper una cadena
muy gruesa, lo que le permitiría zafarse con apenas un ligero movimiento de
cabeza. En cambio, los elefantes permanecen dócilmente amarrados a esa delgada
cuerda, y pequeño poste.
-Por qué? Eso es debido a
que, desde pequeños, a los elefantes se les amarró a un sólido poste, con una
cuerda gruesa, y el joven paquidermo se cansó de darle y de darle con el
movimiento de su cabeza tratando de romperla, hasta que llegó el momento en que
se convenció de que no podía hacerlo. Después que aceptó en su mente que no
podía romperla, ya no lo intentó más. Esa es la razón de que permanezcan
amarrados sin hacer ningún intento de alcanzar su libertad. Fueron
condicionados. Es la fuerza del hábito. La repetición de un acto se vuelve
costumbre. Y la costumbre precisa fuerza de voluntad e imaginación aplicada,
simultáneamente, para corregirla, abriendo nuevos cauces de vida, más
gratificantes.
Y eso le pasa a los
humanos: los padres, de tanto condicionarlos con limitaciones mentales, con
afirmaciones negativas, y tantos y tantos adoctrinamientos inadecuados, logran
que sus hijos dejen de hacerles preguntas que les resultan incómodas, en vez de
aprovechar la oportunidad de aprender juntos. Y cuando ellos sueñan con
realizar grandes cosas en cuanto sean adultos, los padres, -afortunadamente no
todos-, si los hijos quieren volar demasiado alto le convencen de moderar sus
aspiraciones. Y les aportan miles de razones para disuadirles. Muchos
dirigentes, bajo el influjo de grupos de intereses subalternos, hacen lo mismo
con la gente de sus respectivos países. Aunque debemos acotar, también, que la
inmensa mayoría de los líderes mundiales, en todos los ámbitos, sí cumple con
su deber en la conducción de la humanidad hacia su nueva edad de oro.
Afortunadamente, hay niños
como Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Enrico Fermi, Benjamín Franklin, Dante
Alighieri, Homero, Pitágoras, Platón, Gandhi y Tagore, entre otros, que no
aceptan limitaciones algunas en sus aspiraciones, y el genio de su pensamiento
se impone, gradualmente, hasta transformarse en paradigmas inmortales de la
humanidad.
Desde que Fati era pequeña
le está enseñando muchas cosas a Abu. Y Abu está contento y agradecido de su
guapa nieta, que es muy lista desde que nació.
Todas estas cosas iba
pensando Abu, después de las preguntas que le formulara Fati.
****
Todos los niños son más
listos de lo que uno piensa.
Por eso es bueno hacer
algunas reflexiones como las que siguen:
En el caso de Fati, cuando
ella tenía seis meses, Abu le consiguió un libro ilustrado de fábulas y cuentos
de hadas. Era volumen muy grueso, con imágenes grandes, hermosísimas, y pocas
palabras escritas. Juntos, Fati y Abu, pasaban las hojas del libro y Abu le leía
el título de cada fábula, y el mensaje que le acompañaba. La abuelita, a su
vez, hacía otro tanto, pero, además le cantaba los cuentos, o se los narraba.
Que lindo era oír a la joven abuelita cantarle a Fati: -“Abuelito dime tú…”.,
etcétera, etcétera, con esa voz encantadora. No olvidemos que, si hay nietas
muy lindas, es porque hay abuelas, que antes fueron muy lindas jovencitas y
ahora son hermosas damas, y así se suceden las generaciones. Abuelas hermosas,
hijas bellísimas, nietas lindas, biznietas preciosas, y un etcétera sin fin. Y
si la yaya es de buenos sentimientos, como suelen serlo todas, larguísimos y
variados caminos serán inundados de amor, belleza, e iluminados con las luz de
todas las virtudes.
Y así lo hicieron Fati y
Abu, todos los días, hasta que Fati se aprendió los nombres y las imágenes de
todos los personajes de los cuentos de hadas, y se sabía, también, la historia
de cada uno ellos. Así conoció a Blanca Nieve y los siete enanitos, Peter Pan,
Pinocho, Simbad el Marino, y muchos otros.
El libro duró hasta que
Fati cumplió los dos años. No está mal que un libro le dure año y medio a una
niña tan pequeña. Pero, luego, Abu le fue llevando otros diferentes.
Recordemos, además, que por esa época Abu tenía una librería, en Lucena, y Fati
iba casi todos los días allí, y se pasaba el día con la abuela y el abuelo. Y
Abu le dejaba ojear todos los libros que quisiera, ya que ella había aprendido
a manipularlos bien. Además, Fati ayudaba a Abu a acomodar los libros, en la
mañana, y en la noche, a recogerlos. Más de una vez, Fati agarraba algunos
libros, generalmente los escritos por Abu, y se los ofrecía a los clientes, tal
como veía hacerlo a Abu. Es que Abu, cada vez que llegaba alguien a la
librería, con ojos bien entrenados, observaba bien que tipo de libros le
atraían a la persona, y enseguida agarraba los cuatro de su autoría y se los
colocaba en sus manos, diciéndole: -“Le recomiendo estos cuatro libros”, sin
decirle que él era el autor. De cada diez, tres o cuatro los adquirían. Fati,
emulando a Abu, hizo lo mismo muchas veces. Esa es la ventaja de integrar a los
niños a la actividad de los padres, interrelacionándolos con los adultos, desde
pequeños. Desarrollan en mayor grado todas sus aptitudes. Recordemos que muchos
de estos niños se revelan con aptitudes geniales desde muy temprana edad. Las
diferentes pruebas psicológicas de Fati, en diversas épocas, arrojan diez
puntos sobre diez.
Cuando Fati tenía tres
años y medio, su abuelo hizo un largo viaje, y antes de regresar, casi un año
después, llamó a Fati, y le preguntó que le gustaría que le llevase. Fati se
encontraba en Madrid, ya que ella es madrileña, y Abu estaba en Venezuela.
Entonces, he aquí lo que le dijo Fati, a Abu, que a él le emocionó mucho, y
que, también, lo hará con todos los lectores:
-Abu, -le dijo Fati-, te
acuerdas que cuando yo era chiquita tú me regalaste un libro grande de cuentos
de hadas ilustrado, y que nosotros todos los días leíamos. Luego el libro se
rompió. Me gustaría, Abu, que me trajeras uno igual, porque me gustó mucho y
quisiera volver a leerlo.
-Claro que sí Fati, -le
responde Abu-, te voy a conseguir otro igual y te lo llevaré de vuelta.
A la semana siguiente, ya
en Madrid, Abu le lleva no uno, sino dos libros de cuentos de hadas, no
precisamente iguales al otro, sino similares y con algunos relatos nuevos.
La emoción de Fati era muy
grande; se acordaba de los personajes como si los hubiese conocidos desde
siempre.
He aquí lo que esto nos
demuestra: que los niños son más listos de lo que los adultos creen. Fati tenía
ya dos años y medio que no veía aquel libro de cuentos de hadas. Pero, se
acordaba de él, y anhelaba tener otro.
Cuántas emociones
despertarían en Fati aquellas imágenes de los personajes de los cuentos de
hadas?
Cuántas ventanas al mundo
no representarían para Fati cada una de aquellas imágenes?
He aquí la importancia de obsequiarle libros,
buenos libros a los niños desde que son muy pequeños. Ellos tienen una
capacidad ilimitada de aprender y un anhelo inmenso de hacerlo, también. Y se
le va formando el buen hábito de la lectura, canalizando positivamente la
energía creativa. Y luego, la forma en que los héroes de los cuentos van
resolviendo las dificultades que van afrontando, le sirve de guía, a su vez, a
los niños, para afrontar, resolviendo exitosamente, las propias, cuando, en su
oportunidad les toquen situaciones análogas o parecidas.
Esa curiosidad por conocer
cada día nuevas cosas, para entender el mundo en que vivimos, es muy importante
para los niños. Es que los niños quieren saber; mientras que los adultos dan
por hecho que saben, cuando en realidad no saben todo lo que creen saber, como
le sucedía a aquellos griegos interrogados por Sócrates. Y es por eso que los
niños descubren la ignorancia de los adultos cuando le hacen alguna pregunta,
tan sencilla como la puede formular un niño. Precisamente, allí está el
secreto: en la sencillez, en la humildad, en la atención y en el anhelo de
saber.
Por eso hay regalarles más
libros a los niños, de acuerdo con su edad; y debemos aprovechar de leer con
ellos, para continuar aprendiendo.
Abu le enseñó a Fati a
manejar el ordenador; y a los tres años y medio, Fati le enseñó a la abuela a
bajar unas imágenes, y a guardarlas. Y la abuela se quedó admirablemente
impresionada y, a partir de ahí, le dejó manipular el ordenar todo lo que ella
quisiera.
Otra pregunta que se hacia
Abu, era: -Nos hemos dado cuenta de que el niño no tiene vergüenza de
preguntar, ni de que alguien crea de que no sabe?
Luego Abu se respondía a
sí mismo: -Los niños son auténticos y quieren aprender; le importa poco que
alguien piense que no saben. Ellos quieren saber, y la mejor manera de
lograrlo, es preguntando. Y hacen preguntas, y más preguntas, que los adultos
muchas veces no saben las respuestas, y otras no tienen tiempo ni ganas de
contestar.
Eso le pasó a Abu aquella
noche que Fati le preguntó: -“Por qué
nosotros, caminamos y caminamos y la luna está siempre en el mismo sitio?
Con dos añitos y medio,
Fati se dio cuenta de eso. Abu, todavía está pensando en la pregunta y, tiene
más cosas que aprender sobre ella.
Los niños hablan con la
sabiduría inspirada por Dios, con la intuición de su Espíritu, con la
imaginación de su mente, con la fantasía de sus meditaciones, y como los lazos
del Espíritus que les unen al cuerpo todavía son más elásticos de lo que los
serán después, ellos recuerdan lo que aprendieron en incontables vidas
anteriores. Y los padres se preguntan: -“Donde aprendería este niño, o esta
niña, esas cosas? No son propias de su edad. Es verdad, dentro de ese cuerpo de
niño, hay un Espíritu que ha vivido millones de vidas anteriores, y algunos
niños fueron genios antes de nacer a esta vida; otros, no tanto, pero, todos
expresan con libertad su inteligencia buscando remontar el vuelo hacia niveles más
elevados de conciencia.
Se ha preguntado usted
como sería su hijo, o su hija, si reencarnara en él, o en ella, el espíritu de
Aristóteles, o el de Einstein, o el de Marie Curie, Séneca, Cicerón, Sidharta
Gautama, Napoleón, Andrés Bello o Arturo Uslar Pietri? Qué clases de preguntas
le harían esos niños a sus padres? Acaso sabe usted quien fue su hijo, o hija,
en su vida pasada? Sería excelente prestarle la debida atención a lo que
preguntan los niños, y en qué contesto lo hacen.
Cuántas cosas está aprendiendo
Abu con Fati, porque le pone a pensar con sus preguntitas facilitas, muy
facilitas.
Gracias, preciosa Fati,
por tus preguntitas tan facilitas que me hacen pensar.
Colorín colorado, este
relato aquí se ha acabado.
Adelante.
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