BAJO LA ÉGIDA DE DIOS
-Un relato basado en un
hecho real-.
Por ©Giuseppe Isgró C.
Corría la primavera del año 1991; Jo atendió a un matrimonio
con dos niñas, que querían adquirir una villa en Puerto Morro, un conjunto
residencial a la orilla del mar, en Lechería. No era lo que los prospectos
deseaban; se despidieron y Jo no pensó más en ellos. Estas personas venían,
según le dijeron, de San Fernando de Apure, capital del Estado Apure, en
Venezuela.
En el mes de junio del mismo año, un joven de nombre
Francisco, llama a Jo desde Barquisimeto, ciudad distante, solicitando
información sobre un apartamento, (Piso), en Residencias Parque Beethoven, -uno
de los mejores en su época, construido por el empresario Giulio Paladino, y que
Jo estaba comercializando; se la da, y el chaval le dice que su madre irá un
mes después, para adquirirlo, cosa que, efectivamente, hace.
Doña Blanca, que así es como se llama aquella señora, adquiere
el apartamento. Después de la negociación, le hace una visita a Jo, en su
despacho, y le dice que acaba de pasar por un Despacho de Abogados, contiguo a
su oficina, en el Centro Comercial Regina, en la ciudad de Puerto La Cruz, a
quienes le solicitó asesoramiento sobre un caso de inquilinato, pero sobre el
cual, además de no darle ninguna perspectiva favorable, el costo para intentarlo era muy elevado.
Jo, obtenida la información sobre el caso en cuestión, le da
sus apreciaciones y la manera de cómo él lo enfocaría, si estuviese en su
lugar, es decir: por la única vía
factible y con exiguas posibilidades, como se verá más adelante. Después de lo
cual, Doña Blanca se regresa a su ciudad de origen.
Un par de meses después, en el mes de agosto, Jo recibe la
visita de Don Manolo, aquel señor que, junto con su familia, había sido
atendido por él en la demostración de la villa de Puerto Morro.
Don Manolo le dice a Jo que él le había conocido con motivo de
aquella demostración, y que, aunque no le comprase, quedó satisfecho de la
magnífica atención que le brindara, razón por la cual, ahora le volvía a
visitar, requiriendo sus servicios, pero en esta oportunidad con un motivo diferente.
Don Manolo le explica a Jo que él es dueño de un Hotel en
Apure, que desea vender, y que, siendo la zona de Oriente, en la que se
encuentra Jo, muy prospera, estima que de allí podría salir un comprador para
su Hotel, y le agradaría que él se ocupara de la gestión de venta.
Jo le explica a Don Manolo que él no puede tomar el mandato de
venta, para su empresa, -entonces líder en el ramo-, por la distancia que
mediaba entre ambas ciudades, es decir, unas nueve horas de viaje en coche, y
que eso haría muy onerosas las eventuales demostraciones a los prospectos
interesados. Le indica que debe buscar de colocarlo en el mercado de Caracas, y
por ende, otorgarle el mandato de venta a una inmobiliaria de la capital
venezolana.
Don Manolo insiste en que sea Jo quien tome el mandato, y éste
lo rechaza una y otra vez. En ese tira y encoge transcurren 45 minutos, o más.
Al final, Don Manolo, casi para irse, le insiste una vez más, a Jo, de que, por lo menos, tome nota de sus datos
y los del Hotel, con el fin de que, -nadie lo puede saber-, si le saliese
alguien interesado, por casualidad, tuviese la información precisada.
Jo, por mera cortesía, y para no ser descortés, comienza a
anotar los datos, y le va haciendo preguntas pertinentes. Esto, por la razón de
que, cuando Jo hace algo, lo suele hacer bien, y no por salir del paso, como
suele decirse.
A un cierto momento, Jo le pregunta a Don Manolo: -“Y cuánto
tiempo le queda de vigencia al contrato de arrendamiento?”
Don Manolo, le responde: -“El contrato no tiene término, es a
tiempo indeterminado; puedo estar en el edificio todo el tiempo que quiera, por
sólo Ocho Mil Bolívares al mes de canon de arrendamiento.
-Cómo es eso?, –le pregunta Jo-, explíqueme.
Entonces, Don Manolo, le aclara: Es que el contrato se hizo,
originalmente, por cinco años, el cual se venció y comencé a depositarle, a la
propietaria, el importe del canon de arrendamiento en el Tribunal. Mientras yo
pague puntualmente, la dueña no me puede sacar y puedo estar en el inmueble
todo el tiempo que quiera, de por vida.
Jo se quedó mirando a Don Manolo, y de repente todo se le hizo
claro en su mente. Se percató de que detrás de todo esto se encuentra la mano
de Dios. Entonces, Jo le dice:
-Don Manolo, creo que Dios lo envío aquí. Fíjese, hace un mes,
una señora que debe ser la dueña del Edificio donde se encuentra su Hotel, me
compró un apartamento (Piso), y me hizo referencia de un caso con su inquilino,
-que pareciera ser usted-, que si ella aplicaba lo que le sugería usted, en dos
meses, estaría fuera del inmueble.
-Usted me tiene que decir lo que le recomendó, –le inquiere
Don Manolo a Jo-.
-No puedo hacer eso, Don Manolo, por ética profesional, –le
responde Jo-.
-Pero, vea, -sigue diciendo Jo-, haré algo mejor que eso; le
tomaré el mandato de venta, porque creo que Dios lo está enviando aquí para
que yo le solucione el caso. Luego, haré
un análisis del negocio, y, si los resultados son convincentes, le ofreceré en
venta el Hotel, –Fondo de comercio-, a
Doña Blanca; si ella lo adquiere, se habrá resuelto el caso para ambos. Pero,
si ella no estuviese interesada, le negociaré un nuevo contrato de
arrendamiento, a cinco años, con un canon justo, para que usted pueda vender su
Hotel sin obstáculos. Así como está el contrato, nadie le comprará el negocio,
por cuanto le dará temor hacerlo.
-Ahora mismo, Don Manolo, llamaré a Doña Blanca, -continua
diciendo Jo-. Acto seguido levanta el auricular, marca un número, y dice:
-Aló, buenos días; se encuentra la señora Blanca?
Quien le atiende, después de preguntar quien le llamaba, le
dice: -Un momento, por favor, Sr. Jo.
Casi inmediatamente, Jo escucha la voz de Doña Blanca,
diciéndole:
-Buenos días, señor Jo, cómo está usted?
-Bien, Doña Blanca, -responde Jo-, -y usted?
-Bien, señor Jo; en que puedo servirle?
-Sra. Blanca, -le dice Jo-, creo que hoy Dios está metiendo
las manos en esto. Tengo, en estos momentos, en mi oficina, la visita de Don
Manolo, que vino a darme el mandato de venta de su Hotel, el cual no quería tomárselo
hasta que me di cuenta de que se trataba del mismo que se encuentra en su
edificio.
-Doña Blanca casi no puede creer lo que está oyendo.
-Mi idea, Sra. Blanca, -continúa diciendo Jo-, es la de hacer
un análisis de la rentabilidad del negocio, y si es interesante, proponerle a
usted que lo adquiera, con lo cual resolvería el caso definitivamente. En el
supuesto de que no sea rentable, negociamos un nuevo contrato de arrendamiento,
con un canon justo, a cinco años, a los fines de que Don Manolo pueda vender su
Hotel. Le parece bien, Sra. Blanca?
-Me parece bien, Sr. Jo, -responde Doña Blanca-.
-Bien, Sra. Blanca, dentro de dos días iré a San Fernando de
Apure, y pasaré allí el tiempo necesario para hacer un análisis del Hotel, y le
llamo.
Así quedaron los tres: la Sra. Blanca, Don Manolo y Jo.
El viernes siguiente, con el primer vuelo de la mañana, Jo
llega a San Fernando de Apure. Se trata de una ciudad ubicada en los llanos
venezolanos, dotada de hermosos morichales, equiparables al paisaje de las pampas
argentinas. Además, es una región imbuida de historia. Por una parte, relativa
a la Guerra de Independencia. Es el escenario del General José Antonio Páez, el
Centauro de los Llanos, uno de los máximos héroes, y estadistas, de ese período
histórico, en el siglo XIX. En los alrededores de San Fernando, se realizaron
acciones heroicas, como las de: El Yagual, Mucurita, las Queseras del Medio, -a
orillas del Río Arauca-, donde, en las acciones de Vuelvan Caras, Páez, con 153
hombres, diezma, y pone en fuga, a un ejército de 7.000 hombres al mando de
Pablo Morillo. Recordemos que no eran cualquier cosa los soldados realistas;
sino gente altamente entrenada que ya había luchado en contra de los ejércitos
de Napoleón. Además, también era el escenario de Doña Bárbara y de Santos
Luzardo, los personajes verídicos de la novela Doña Bárbara, del gran escritor
venezolano Rómulo Gallegos. La prosa de Gallegos es una de las más hermosas de
las letras venezolanas, y continentales, repleta de valores morales y virtudes,
y a la vez, de contenido forjador de una nueva gesta, e intérprete de la realidad nacional, en lo que
se ha calificado como un proceso que va de la “barbarie” a la
“civilización”.
Era viernes por la noche; Don Manolo invita a Jo a cenar en el
restaurante del Hotel, que era uno de los mejores de la ciudad. El lugar se
encuentra lleno de clientes. Jo percibe que el mismo, de por sí, justifica que
Doña Blanca adquiera el negocio.
Al día siguiente, Jo completa el análisis de la rentabilidad
del Hotel, con todas sus anexidades, y llega al convencimiento de la
conveniencia de sugerirle a la Sra. Blanca, la compra. Levanta el auricular, y
marca el número.
Luego del saludo inicial, Jo le dice:
-Sra. Blanca, anoche estuve en el restaurante, y se encontraba
full de gente, lo cual parece que eso es una constante. Sumando la rentabilidad
que el restaurante tiene a la del Hotel, me parece que es ventajoso, para
usted, adquirir el Fondo de comercio del Hotel, con lo cual obtendría dos
claras ventajas: La primera, hacerse de un negocio interesante, y lucrativo; la
segunda, resolver el caso de la única, y a la vez, de la mejor manera posible,
dadas las circunstancias, en las cuales parecería verse las manos de Dios, por
la forma en que se ha realizado el encuentro de los tres.
Doña Blanca estuvo de acuerdo, y establecieron un día de la
semana siguiente, en que ambos irían a San Fernando para darle el informe que
había preparado, e intercambiar ideas sobre la oferta de compra a Don Manolo.
El día acordado, Doña Blanca, acompañada de su hijo Francisco,
un estudiante de medicina, y Jo, se encuentran en San Fernando. Se ubican en un
lugar tranquilo, en un restaurante, y allí entran en conversaciones, de las
cuales sale el planteamiento de la adquisición del negocio, que, finalmente se
concretó, previo acuerdo de una rebaja razonable en el precio de venta
solicitado por Don Manolo.
El acuerdo de compra venta se autentica en una de las Notaría
de Puerto La Cruz, que era la ciudad en que se encontraba la oficina de Jo.
Esto quiere decir que ambos, Doña Blanca y Don Manolo, viajaron para formalizar
el acto del compromiso bilateral de compra venta, que concluye, finalmente, en
forma satisfactoria, en los treinta días siguientes, una vez dado cumplimiento
a las tres publicaciones de rigor en un diario seleccionado a tales efectos, de
acuerdo a la legislación vigente.
Esto ameritará un tercer viaje de Jo a San Fernando para
formalizar el acto final de compra venta del Fondo de comercio del Hotel, en el
cual Jo le brindó un servicio adicional, y ad honoren, a Don Manolo, al
manejarle el acuerdo de la liquidación de las prestaciones sociales de sus
trabajadores. Finalmente, en ese tercer viaje a San Fernando, se formaliza el
traslado de la propiedad del Fondo de comercio, en términos satisfactorios, a
Doña Blanca.
El día de la firma en el Registro Público, con función
notarial, era excesivamente caluroso. Empero, las tres partes involucradas
experimentaban el sentimiento interior de que algo extraordinario había
ocurrido, y estaban agradecidos por la cooperación divina que, albergaban la
certeza, habían recibido desde la dimensión espiritual. Ya Homero, el aeda
inspirado, en el siglo XII antes de nuestra era había percibido, con profunda
agudeza, la intervención de los dioses, –espíritus-, en los actos de los
hombres
Este caso está repleto de circunstancias que son dignas de ser
reseñadas.
La primera de ellas, es que este era, realmente, un caso
insoluble. Por la legislación vigente, mientras Don Manolo depositara
puntualmente el importe del canon de arrendamiento en el Tribunal, nadie le
hubiera podido sacar del inmueble. Además, él se lo dijo en el encuentro del
primer día, cuando fue a ofrecerle el mandato de venta: El juez de la ciudad
era su compadre, y le había recomendado que, todos los meses revisara los
referenciales relativos al traslado de propiedades, en el Registro Subalterno,
a los fines de ver si había sido vendido el Edificio donde funcionaba el
Hotel. Esto a los efectos de que, en
caso de venta, debía hacerse el depósito del pago del canon de arrendamiento a
nombre del nuevo propietario, caso contrario constituía una causal para
rescindir el contrato de arrendamiento y solicitar el desalojo del inmueble
ante las autoridades competentes, con dos meses de atraso en el pago.
-Jo, en esa primera entrevista, al sugerirle de negociar un
nuevo contrato por un canon de arrendamiento justo, le dijo, y le preguntó, a
la vez, a Don Manolo: -Usted es un
hombre serio. -está consciente de que ese edificio no vale 8.000 Bolívares al
mes, no es cierto? A lo cual, Don Manolo asintió, en señal de estar de acuerdo,
estimando que el verdadero canon oscilaba alrededor de 40.000 Bolívares.
Lo sorprendente del caso es que, la Sra. Blanca va a Puerto La
Cruz para comprarle a Jo un apartamento, (piso), que no necesita y que nunca va
a ocupar, con lo cual conoce a Jo, y le cuenta el caso con su inquilino, por
una parte. Pero, destaquemos que Barquisimeto, la ciudad donde vive Doña
Blanca, se encuentra a diez horas, aproximadamente, de viaje en coche.
Por la otra, Don Manolo, queriendo su familia trasladarse a la
ciudad de Lechería, adyacente a Puerto La Cruz, en el oriente venezolano,
visita a Jo para que le enseñe una villa en Puerto Morro, que no llega a
adquirir, pero le agrada el trato de Jo, y cuando decide vender el Hotel, lo
primero que hace es buscarle para que sea él quien le maneje el proceso de la
gestión de venta. Destaquemos, por otra parte, que San Fernando de Apure, la
ciudad donde vive Don Manolo, se encuentra a 9 horas de distancia, por carretera,
de Puerto La Cruz.
Ambos visitan a Jo, por motivos diferentes, y resulta que Jo
le aporta la solución a un caso virtualmente insoluble desde el punto de vista
jurídico, excepto por la vía transaccional, pacífica y amistosa, como fue la
que utilizó Jo.
Qué elementos espirituales confluyeron para que ocurra esa
interrelación de personas tan distantes las unas de las otras, para encontrar,
en un lugar lejano, paralelamente, a la persona indicada que pudiese
resolverle, satisfactoriamente, el caso?
Son las coincidencias que ocurren a diario, en el mundo, en
las vidas de incontable número de personas, por la acción de la Providencia
Divina, por efecto de la Ley Cósmica y la cooperación espiritual, que coordinan
una serie de interrelaciones que permiten que las personas que deben
encontrarse lo hagan en las condiciones idóneas, en el lugar adecuado, en el
tiempo perfecto de Dios, a los fines pertinentes, y sin importar cuál fuere el
punto de origen de las personas involucradas.
Desde la primera visita, Don Manolo y Jo intercambiaron ideas
sobre diferentes temas. Don Manolo era un gran admirador de Wilhem Reich, un
psicólogo autor de un cierto número de obras sobre Psicología, que tanto el uno
como el otro habían leído, lo cual le sirvió a ambos de punto de común interés
en las reiteradas conversaciones que mantuvieron durante el lapso que duró el
proceso de venta. Don Manolo le prometió a Jo un librito escrito por Reich
intitulado: ESCUCHA HOMBRESITO!, el cual, al final del proceso, efectivamente,
le obsequió.
En el segundo viaje de Jo a San Fernando, en la noche,
encontrándose en el Hotel en que se hospedaba (diferente al que era objeto de
la negociación, para mantener la independencia), al bajar a la planta baja,
frente a la Plaza Bolívar, en el lado opuesto de la misma, Jo observa que se
encuentra una Logia Masónica, con una hermosa arquitectura. Percibe que en el
recinto de aquella institución se encuentran varias estatuas, una de ellas es
la del Ciudadano esclarecido, o León de Payara, como también se le conoce: el
General José Antonio Páez, que además de Prócer y Estadista, fue el Fundador
del Poder Civil en Venezuela, y que, además, fue el máximo jerarca de la
Masonería Venezolana, por muchos años. Páez fue, también, el fundador del
Supremo Consejo del Grado 33, en fecha 24 de junio de 1824, en cuyo rol le
acompañaron otros ilustres personajes, entre ellos el General Carlos Soublete y
el Lic. Diego Bautista Urbaneja.
Jo, esa noche, desde el lado opuesto de la Plaza Bolívar, en
un acto de trasporte espiritual en el tiempo, se imaginaba como llegaba a la
Logia el I.: y P.: QH.: Páez, con su aureola de héroe legendario y, a la vez
hombre de gran cultura, y ser bien acogido por los queridos hermanos, en
aquellos lejanos años, en tempranas décadas del siglo XIX. Sin duda, Páez
participó en el movimiento masónico apureño de la época, previamente a la
fundación de esa Logia, que era, y sigue siendo, una de las más hermosas de
Venezuela.
A lo lejos, Jo observa que hay gente en la Logia, se acerca y
saluda. Conoce a varios QH.:, y siendo Jo un admirador de la vida y obra de
Páez, solicita al Venerable Maestro la oportunidad de que, a la siguiente
semana, al volver a San Fernando, dar una conferencia sobre el ilustre Prócer:
José Antonio Páez, cosa que efectivamente hace, en la cual, además, describe su
visita a los sitios en que se realizaron diversas batallas, y la que efectúo en
una Finca, en la vía de San Fernando a El Yagual, en la que un ganadero de la
Zona creó varias avenidas que llenó de estatuas de próceres venezolanos. Jo
visitó ese lugar, en compañía de su familia, el cual desde la carretera, a lo
lejos, causaba admiración con tantas estatuas de próceres juntas, con sus
hileras respectivas de chaguaramos, que hermoseaban el paisaje, y le atendió uno
de los hijos de aquel ciudadano admirador de Páez, cuyo nombre, si recuerdo
bien, era Antonio García. Le fue enseñada la oficina en que solía retirarse
esta persona a meditar, cuyas paredes estaban repletas con aforismos de Páez,
escritos con su propia letra, denotando la justa admiración que le profesaba al
paradigmático héroe. Esa noche, en la Logia, Jo hace referencia a la Obra: Las
Memorias de O´Leary, de 34 tomos, uno de los mejores documentos en torno a la
historia de la Independencia Latinoamericana. Al término de la conferencia, el
Venerable llama a Jo, que se encuentra en el Or.: y le enseñó una
correspondencia que acababa de recibir, en la que se le obsequiaba las Memorias
de O´Leary. Recordemos que Daniel Florencio O´Leary había sido un joven inglés
que llegó a Venezuela a los 18 años, y desde el primer instante de su llegada
se enroló al servicio de Simón Bolívar, de quien fue Edecán, y a quien, el
Libertador, solía encargarle las misiones menos fáciles, las cuales O´Leary
siempre cumplía exitosamente. Simón Bolívar, con frecuencia elogiaba
inteligencia desplegada por O´Leary en cada una de sus misiones, diciendo:
-“Este inglesito tiene una cabeza
admirable”-. Cuando en 1842 O´Leary, en compañía de Soublette visita a Pablo
Morillo, en España, éste le confiesa que era un admirador de Bolívar, lo cual,
sin duda, es un elogio que pocos héroes suelen merecer, es decir, ser admirados
por sus propios contrincantes. Gracia a la vinculación masónica de Pablo
Morillo y la de sus inmediatos colaboradores, y la de Bolívar, y sus jefes
patriotas, fue que la Guerra de la Independencia concluyó más rápidamente,
sobre todo después del Tratado de Trujillo y la Entrevista de Santa Ana, que
magistralmente organizara el futuro Gran Mariscal de Ayacucho, el General Antonio
José de Sucre. Morillo, al enterarse de que O´Leary proyectaba escribir las
Memorias de Bolívar, le hizo entrega de incontables documentos que los
patriotas, al salir rápidamente de un lugar por la cercanía del enemigo, o por
los ataques de éste, solían dejar abandonados en el campo de batalla, y que
Morillo y su gente habían recogido. Esa es la razón por la que las Memorias de
O´Leary sean la recopilación de la mayor suma de documentos relacionados con la
historia de la Independencia. Los tomos 27 y 28 que contienen las memorias
propiamente dichas, son una auténtica obra maestra de la literatura universal.
Igual maestría desplegó O´Leary en algunas de las cartas de viajes recogidas en
el primer tomo, con motivo de su visita a la ciudad de Granada, y a la de
Florencia. O´Leary efectúa unas descripciones magistrales que denotan su
elevado nivel en el desarrollo de la cultura clásica.
De regreso del tercer viaje, desde San Fernando a Puerto La
Cruz, que Jo hizo en compañía de su esposa e hijos, y la pequeñísima mascota de
la casa, una perrita de raza pitcher, de nombre Nina, pasaron por un pueblo
ubicado entre los Estados Guárico y Anzoátegui, denominado Km. 133, o San
Rafael de Laya, población que había conocido épocas de esplendor antes de la
construcción de la Carretera de la Costa, que hacían de EL CIENTO, que es como
se le denomina en lenguaje coloquial, un pueblo de paso obligado para ir del
oriente venezolano a Caracas y otras regiones del país. Jo había vivido en el
133, durante casi un año, en 1960, recién llegado a Venezuela, desde Italia,
población de la que tenía hermosos recuerdos. Allí Jo visitó a varias personas
que había conocido 30 años antes, con quienes conversó, rememorando antiguos
recuerdos de personas y hechos; fue a la casa donde había vivido, y a la que
había construido su padre, que la familia no llegó a ocupar, y que, aún, se encontraba allí, tal como
había sido dejada, abandonada. Paradójicamente, nadie la había invadido,
después de tanto tiempo, y seguía igual, todavía, en el año 2006, según
informaciones que obtuvo Jo de alguien que vivía dos casas más arriba. El
pueblo de El Ciento, tuvo varios personajes importantes, tanto oriundos como
llegados de diversas partes; por ejemplo: de Italia, entre ellos el Sr. Pizani,
el Sr. Lillí y el Sr. Sergio, este último fundador del único cine del pueblo,
para la época, y que, felizmente, pudo contactar, ese día, para saludarle.
Paradójicamente, Sergio, al ser, también propietario de una Estación de
Servicio, o gasolinera, todas las semana visitaba la sede de la compañía que le
surtía combustible, la cual se encontraba en el mismo nivel de la oficina de
Jo, pero que Sergio desconocía, dado el largo tiempo transcurrido desde que
había tratado al chaval. Ese día Jo encontró, también, a un hombre, ya de edad,
a quien había conocido y tratado ampliamente, quien le dio noticias de un gran
número de personas, entre ellos de dos jóvenes, uno de apellido Talavera, y el
otro de nombre Margarito, que habían llegado a ser Alcaldes de dos poblaciones
del Estado Guárico. Jo encontró que El Ciento había crecido mucho, en las
últimas tres décadas, pero le dio inmensa nostalgia y le pareció que el pueblo
se encontraba perdido en el fin del mundo. Con todo, el Gobernador Ovidio
González, el que instituyera el juego del Ajedrez obligatorio en las Escuelas
Públicas, y amigo de Jo, que compartieron actividades en torno a importantes
eventos de ajedrez, en Venezuela, por esa época, había ordenado la construcción
de un tramo del la carretera que unía El Ciento con Onoto, lo cual facilitaba
su acceso por el Estado Anzoátegui.
Para concluir, un detalle de interés: en su segundo viaje a
San Fernando, una noche, contemplando un programa en la televisión, vía
satélite, desde Argentina, en el que se presentaba a un cantante italiano de
nombre: Nicola Paone, muy famoso en ese país y otros de Latinoamérica.
Jo recordaba que de niño, unos vecinos que vivían exactamente
al lado de su abuelo paterno, de apellido Paoone, tenían un hijo de nombre:
Nicola Paone, que había nacido en Pensilvania, USA, y había llegado a ser un
cantante famoso. Esa noticia circulaba ampliamente; pero, nada más, y Jo la
recordaba.
En la entrevista
que le hacen a Paone, se encuentra en compañía de su esposa, -ya, para esa
época él tenía 78 años-, en la cual relata un poco de su vida, y trayectoria
profesional desde sus comienzos y la manera de cómo, rápidamente, se granjeara
la aceptación del público.
A un cierto momento, le piden que interprete una canción de su
extenso repertorio, y lo hace con una canción que empezaba así: -“Da Milazzo a
Spadafora”, …. Eso produjo en quien esto escribe una gran emoción.
El pueblo de San Pier Marina, que es el de los padres de
Paone, y el del abuelo del autor de este artículo, se encontraba, exactamente,
entre Milazzo y Spadafora, en la Provincia de Messina, Sicilia, lo cual despejó
toda duda de que se trataba de la misma persona, de la cual oyera hablar en su
niñez. Durante cuatro años, mañana y noche, de niño, pasaba por Spadafora,
todos los días, en un recorrido que iba desde San Pier Marina, pueblo mejor
conocido como Puente Mudo, y Rometta Marea, población en la cual, mediodía
cursaba sus estudios de primaria y por las tardes asistía al negocio, de
múltiples actividades, de su tío
Antonino. De manera que la canción de Paone, le despertó a Jo emocionados
recuerdos.
Por irrelevante que parezca, esas noticias de Nicola Paone
tuvo cierta importancia para quien esto
escribe. Había oído destacar, desde niño, de que él había llegado a ser un
cantante importante pero no tenía idea
del verdadero grado en que lo era.
Además, es significativo observar como, desde pequeños pueblos
que parecieran ser insignificantes en la geografía mundial, surgen personajes
que descuellan en países distantes, como en este acaso Nicola Paone, en
Argentina, y otros países latinoamericanos, y Estados Unidos, país donde nació,
de padres sicilianos.
La moraleja del presente relato pareciera deducirse del hecho
que, sin importar el lugar donde cada quien nace, la vida le conduce a aquel
otro en que debe desempeñar sus funciones como ser humano; e independientemente
de cual sea el sitio en que cada quien se desempeñe, si es competente en algo
que pueda ser de utilidad a algunas personas, o a muchas, en un momento dado,
las circunstancias les serán favorables para que vayan a buscarle allí.
O, también, como suele ocurrir que, por la inspiración de
quienes cooperan en la dirección espiritual del mundo, le sugieren desplazarse
a otras zonas, y al hacerlo, encuentra la oportunidad que su preparación
amerita.
Esto demuestra, una vez más, que ningún lugar está lejos para
cooperar en el desarrollo de los planes del Gran Arquitecto del Universo.
Gloria al Eterno que lo dispuso así.
Significa, también, que nadie es extranjero en parte alguna,
excepto en la expresión de determinados
grados de ignorancia de los destinos
humanos, en el planeta tierra.
Los xenófobos, que son más de lo que se piensa, aunque cada
día serán menos, Dios mediante, se parecen a aquellos gerentes que buscan de
cerrarle el paso a los que emergen de los mandos inferiores. Al buscar de
permanecer en el mismo cargo o lugar, sin desarrollarse para seguir
ascendiendo, se estarían privando, a sí mismos, de que la vida les conduzca a
los nuevos lugares que les propiciarán las oportunidades inherentes a su
crecimiento. Esto sin descartar el hecho que todos aquellos que menosprecien a
algunos grupos étnicos, en su siguiente ciclo de vida, pudiesen nacer, como
medio de aprendizaje, precisamente en alguno de esos grupos por los que se haya
manifestado animadversión. Se atrae tanto lo que se ama, como lo opuesto. Un
tema para reflexionar, en el momento histórico en que, los países supuestamente
civilizados están dando muestra irrefutable de la necesidad de enfocar la proa
del propio barco hacia puertos más seguros de la fraternidad universal,
expresando el amor genuino, y por ende, la justicia, la igualdad, la
solidaridad, el respeto, la armonía y el orden perfecto. Una cuestión de
conciencia, en tiempos que, por las vueltas de la rueda de la vida, de la luz
se pasa a la oscuridad, espíritus de menor nivel evolutivo, y de ésta
nuevamente a la luz, en una eterna polarización. La historia se repite cada vez
en niveles más elevados de manifestación; es cíclica. Los seres que vuelven
repiten los actos que sus conciencias les dictan. Revisemos la historia, con el
fin de evitar que vuelvan a repetirse cosas que ya se creían superadas, y que
necesariamente volverán a hacerlo al volver sus protagonistas en un nuevo ciclo
de vida, continuando su trayectoria desde el punto en que la interrumpieron en
el viaje terrestre anterior. Los ciudadanos conscientes del mundo deben tomar
cartas en el asunto; es preciso prepararse para propiciar el nuevo contrato
social. Para que eso sea posible, se requiere, antes, que las personas
adquieran mayor grado de conciencia de la nueva realidad que esperan
manifestar. Existe una pugna constante entre los sustentadores del oscurantismo
y los difusores de la Luz. Una batalla que siempre ganará la Luz, el bien, la
justicia, la prudencia, el valor, la templanza, la belleza y el amor.
Las fuerzas morales, como las concibiera José Ingenieros, el
maestro de América, oriundo de la Trinacria; los valores universales,
percibidos por Ralph Waldo Emerson, en sus Ensayos, y Benjamin Franklin, en su
obra: El hombre de bien vivir; y la conciencia de la realidad espiritual del
destino humano en la tierra, y en el universo, como lo percibieran Allan Kardec
y León Denis, en sus respectivas obras: El Libro de Espíritus y El Problema del
Ser y del Destino, servirán de potente faro para quienes quieren aspiran llegar
a puertos más seguros, en el largo viaje del eterno retorno en la conciencia
evolutiva del ser individual al Ser Universal.
Adelante.
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